Estoy escribiendo muy
de mañana, antes que los demás despierten y nos pongamos en camino. Muchos pensamientos
me atormentan y no se que será de este viaje y del futuro. Por ahora, los
detalles prácticos distraen mi mente y me mantienen ocupado. ¿Qué llevar? ¿Qué
dejar?.
Lo primero que me preocupa es dónde
dejar las tablillas que llevo escritas, para evitar que alguien las encuentre
en mi ausencia. Después de mucho pensar decidí dejarlas debajo de los restos de
cántaros rotos y piezas mal terminadas, las que siempre se amontonan en la
esquina del taller. Ya está despejado y están puestas las tablillas. Sólo falta
terminar de escribir esta última, ponerla en su lugar y cubrirlo todo de nuevo.
Otro tema que me inquieta es cómo
seguir escribiendo en el camino, ya que no puedo llevar tablillas por su peso. Tampoco
puedo conseguir papiro o pergamino, y no sé preparar tíntas y cálamos para
escribir durante el viaje. Ya veremos cómo soluciono esto. Por ahora el diario
llegará hasta esta tablilla y, si no encuentro una forma de solucionar el tema
de la escritura durante el viaje, deberé confiar en mi memoria para escribirlo
todo a la vuelta. Si es que vuelvo.
Si, esa idea me ha rondado en la
cabeza desde anoche. Tengo la sensación que este viaje cambiará muchas cosas y
que después de terminado, mi vida no será la misma. Estoy nervioso y
esperanzado, sin saber qué va a ocurrir y si esa pequeña luz de esperanza que
ha surgido dentro mío se encenderá del todo o se apagará definitivamente. La única
manera de saberlo es ir y averiguarlo por mí mismo. El equipaje está listo, y
ya comienzan a despertar los amigos de Jesús. Será mejor terminar de escribir,
esconderlo todo pronto y disponerme a la aventura que va a comenzar.
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