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sábado, 14 de septiembre de 2013

Nazareth, 28 de Nizán, antes de partir.

Estoy escribiendo muy de mañana, antes que los demás despierten y nos pongamos en camino. Muchos pensamientos me atormentan y no se que será de este viaje y del futuro. Por ahora, los detalles prácticos distraen mi mente y me mantienen ocupado. ¿Qué llevar? ¿Qué dejar?.

          Lo primero que me preocupa es dónde dejar las tablillas que llevo escritas, para evitar que alguien las encuentre en mi ausencia. Después de mucho pensar decidí dejarlas debajo de los restos de cántaros rotos y piezas mal terminadas, las que siempre se amontonan en la esquina del taller. Ya está despejado y están puestas las tablillas. Sólo falta terminar de escribir esta última, ponerla en su lugar y cubrirlo todo de nuevo.

          Otro tema que me inquieta es cómo seguir escribiendo en el camino, ya que no puedo llevar tablillas por su peso. Tampoco puedo conseguir papiro o pergamino, y no sé preparar tíntas y cálamos para escribir durante el viaje. Ya veremos cómo soluciono esto. Por ahora el diario llegará hasta esta tablilla y, si no encuentro una forma de solucionar el tema de la escritura durante el viaje, deberé confiar en mi memoria para escribirlo todo a la vuelta. Si es que vuelvo.


          Si, esa idea me ha rondado en la cabeza desde anoche. Tengo la sensación que este viaje cambiará muchas cosas y que después de terminado, mi vida no será la misma. Estoy nervioso y esperanzado, sin saber qué va a ocurrir y si esa pequeña luz de esperanza que ha surgido dentro mío se encenderá del todo o se apagará definitivamente. La única manera de saberlo es ir y averiguarlo por mí mismo. El equipaje está listo, y ya comienzan a despertar los amigos de Jesús. Será mejor terminar de escribir, esconderlo todo pronto y disponerme a la aventura que va a comenzar. 

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